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UN GRAN ICONO DE UNIDAD ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE.

Kiko Argüello termina una gran obra pictórica en una iglesia de Piacenza

ROMA, 27 junio 2000.- El 24 de junio pasado se inauguró en la Iglesia de la Santísima Trinidad de Piacenza (Norte de Italia), en una eucaristía celebrada por el obispo Luciano Monari, una gran representación pictórica de 500 metros cuadrados realizada por un grupo de pintores dirigidos por Kiko Argüello, iniciador junto a Carmen Hernández del Camino Neocatecumenal.

La obra, una de las más grandes del mundo de carácter religioso, se inspira en el canon de la pintura sagrada ortodoxa (siguiendo las huellas del pintor y santo Andrej Rublev), aunque muestra en ocasiones influencias occidentales de Matisse, Braque, Picasso...

«En este gran Jubileo y en el camino del ecumenismo querido por Juan Pablo II -explicó Argüello el día de la inauguración-, esta pintura quiere ser un anuncio profético de la unidad posible entre Oriente y Occidente en sus raíces cristianas».

«Este icono es un acontecimiento, es un testimonio de los eventos y de los factores históricos del primer milenio, en tiempos en los que la Iglesia no estaba dividida», confirmó el padre Vladimir Kuchumov, representante de Alejo II, patriarca de todas las Rusias.

En la ceremonia de inauguración, el padre Kuchumov añadió que la contemplación de esta obra de arte permite «recordar los momentos de la Iglesia unida y ver, buscar y quizá encontrar una unidad».

En la inauguración estaba presente, además, su beatitud Nerses Bedros Taza, patriarca de los armenios católicos.

La pintura corona la obra de construcción de la iglesia, iniciada en 1950, por deseo expreso del Padre Pío.

Kiko, al presentar el domingo la obra a seiscientos catequistas itinerantes por el mundo, evocó la manera en que Dios le mostró a través de la experiencia de dejarlo todo, incluso el arte, para seguir a Cristo crucificado en las chabolas de Madrid, que todo, incluida la pintura, puede ser un servicio de amor al hombre más pobre, para que «pueda encontrar en la imagen religiosa una auténtica emoción estética que le ayude en su camino de fe».

«La Iglesia de Occidente -dijo Kiko- tiene que replantear la estética de la evangelización en el tercer milenio». Es decir, hay que hablar un lenguaje que pueda entender el hombre de hoy. «En este sentido -añadió- puede ser de gran ayuda la aportación de Oriente, pues ha conservado el canon de la tradición primitiva». El desafío está, por tanto, en «plasmar nuestra fe en una estética que no sea anacrónica ni arqueológica, pero que se base en la tradición».

La obra es una especie de gran «retablo», que quiere convertirse en un «canto a los grandes misterios de nuestra salvación»: la Anunciación, la Navidad, el Bautismo de Cristo, la Transfiguración, la entrada en Jerusalén, la Última Cena, la Crucifixión, el descenso a los infiernos, la Resurrección, la Ascensión, Pentecostés, la Dormición de María. En el centro se representa la segunda venida de Cristo. A los lados de un Cristo Pantocrator, aparecen la Virgen y san Juan Bautista, acompañados por los arcángeles Gabriel y Miguel, con san Pedro y san Pablo que interceden por nosotros.